SEXTO

En clase de 6º se trabaja diariamente la lectura. Una de las actividades que se hace es una lectura comprensiva de textos de la Editorial S. M. Posteriormente los alumnos continúan la historia contada, expresándose así de forma escrita. He aquí algunas lecturas trabajadas en clase, y su continuación por parte de los alumnos.


Peñaflor, 7 de Febrero de 2012

El hombre de otra galaxia

–Oídme, chicos. Rober y yo vamos a formar una patrulla del espacio. Los que quieran pertenecer a ella que lo digan.
En un momento aquello se convirtió en algo parecido a un corral de gallinas a la hora de la comida. Un coro de voces entusiasmadas sonó en clase.
–Apúntame, Javier.
–Y a mí.
–Silencio, silencio –reclamó Javier–. Yo seré el gran jefe Astromán, y Rober, el capitán Omega, de la Federación Tierra. A la salida nos reuniremos para que cada uno elija el nombre que quiera ponerse.
–El domingo –añadió Roberto con voz de capitán Omega– iremos de excursión y lucharemos contra los hombres de Kron.
Al fin llegó el tan esperado domingo.
El plan de los muchachos era llegar a una montaña cercana en la que figuraba estar la base de los hombres de Kron que ellos debían conquistar.
En una hora larga llegaron a lo alto de la montaña. Descansaron, comieron, se sucedieron las carreras y los gritos. El sol se fue ocultando y las sombras de árboles y picachos se ensancharon y unieron formando una sola.
Rápidamente emprendieron el regreso bajo la grisácea luz del atardecer.
– ¿Alguien tiene una linterna? –preguntó Javier–. Cada vez veo menos.
–Yo –respondió un muchacho a la vez que un amarillento rayo de luz brotaba junto a su voz.
Todos alrededor de la luz de la linterna siguieron avanzando con lentitud. De pronto, alguien gritó:
– ¡Cuidado! ¡Esa es la Gran Grieta!
El grupo se inmovilizó. Allí, frente a ellos, una enorme grieta se abría.
Mientras el tenue brillo de la lámpara trataba vanamente de romper la oscuridad, ocurrió algo increíble.
Del fondo de la grieta, como una respuesta al amarillento rayo de luz, empezó a brotar un débil resplandor que fue aumentando de intensidad hasta convertirse en un chorro de claridad. Provenía de la cabeza de un hombre que salía de la grieta. Iba vestido con un traje de caucho en el que brillaban aplicaciones metálicas, y cubría su cabeza con un extraño casco del que brotaba el blanco fulgor. Cuando se dirigió hacia ellos, los chicos no aguantaron más y, dando gritos, se desbandaron en todas direcciones.
Javier quiso correr, pero al tratar de hacerlo tropezó con una piedra y cayó al suelo. Dio un par de vueltas y se hundió en la grieta.
Por unos momentos se sintió caer; su cabeza chocó con algo duro, y sus manos, que se movían desesperadamente, se asieron a un saliente del que quedó agarrado con todas las fuerzas de su miedo.
De arriba, le llegaron algunos gritos de sus compañeros que se iban perdiendo en la distancia. Poco después sintió que algunas piedrecillas caían sobre él.
Miró a lo alto y vio un foco que cortaba la oscuridad y que lentamente se le iba acercando.
Cerró los ojos unos instantes y, cuando volvió a abrirlos, el intenso resplandor le dio de lleno. Luego, sintió el roce de una mano fría y, con un grito, se soltó de su asidero; pero aquella mano lo sujetó fuertemente impidiendo su caída.
Durante unos segundos, las dos figuras se balancearon sobre el negro abismo hasta que, con un poderoso esfuerzo, aquel ser lo alzó hasta sus hombros e inició el ascenso.
Tras un tiempo que a Javier le pareció larguísimo, llegaron al fin a la boca de la grieta. El extraño ser lo dejó en el suelo y miró a su alrededor.
“Sin duda –pensó el chico– busca su astronave.”
Luego, la criatura se le acercó; pero Javier ni oyó ni vio nada más, pues se había desmayado.
Al abrir los ojos nuevamente, se dio cuenta de que estaba tendido sobre algo blando y de que lo rodeaba la mayor oscuridad. Trató de moverse, pero sintió que algo lo sujetaba por el pecho. Poco a poco hizo memoria de todo lo ocurrido y se preguntó cómo aquel ser extraño que lo había salvado con riesgo de su vida lo tenía ahora allí amarrado. Luego, algo suave y tibio acarició sus mejillas. Un familiar perfume lo envolvió y no le fue posible reprimir una palabra:
–Mamá.
–Tranquilo, Javier, ya ha pasado todo.
Sonó un “clic” y una agradable luz le permitió ver a su madre junto a él.
–Desátame, mamá. Y vámonos de aquí.
–Tranquilízate. No estás atado, son las vendas. Voy a llamar a tu padre.
– ¿También os han cogido a los dos? Vete a buscarlo. Nos escaparemos de la astronave.
–No te entiendo, Javier; esto no es una astronave, es la clínica del doctor Méndez.
En ese instante, hizo su entrada en el cuarto el doctor.
–La imaginación de los chicos no tiene límites – sentenció el médico.
CARLOS-GUILLERMO DOMÍNGUEZ
El hombre de otra galaxia. Ediciones SM.
                                
        El hombre de otra galaxia (Continuación) 

Después de hablar con el doctor Méndez, éste se fue y al poco tiempo llamaron a la puerta. Su madre fue a abrir y cuando vio " al hombre” en la puerta, se quedó como petrificada. Javier no pudo hablar hasta que por fin dijo.
-No te asustes mamá es… un amigo – dijo para tranquilizar a su madre – Sal y bebe agua. No me pasará nada.
Corriendo salió de la habitación y cerró la puerta.
-Hola – dijo “el hombre”.
-Hola – contestó Javier- ¿me puedes decir quién eres?
-Sí, soy… me llamo… - intentó explicar- me llamo Rojo.
-¿Rojo? - preguntó confuso- ¿es ese tu nombre?
-Sí, en mi tierra, bueno, en mi galaxia nuestros padres nos ponen el color que más les gusta como nombre.
-Ah, vale. Bueno, una cosa, ¿por qué allí en el campo nos asustaste y después me ayudaste a salir de la grieta?- preguntó Javier.
-Pues, porque sentía miedo por lo desconocido, es decir, vosotros, y después sentí pena por ti y decidí ayudarte.- explicó tímidamente
-Bueno, ¿y como se llama tu galaxia?- preguntó Javier a Rojo, que estaba mirando un libro de Javier.
-Se llama Supernova- contestó- y antes de que preguntes el porqué es porque desde fuera, para nosotros brilla con mucha fuerza pero, al contrario, para vosotros es invisible.
-¡Qué chulo!- dijo muy contento Javier- ¿Me puedes contar algo más sobre tu galaxia?
-Sí, por supuesto. Más de una y más de dos. ¿Sabías que las estrellas fugaces las hacemos nosotros?- le preguntó a Javier.
-¿En serio?¡ Que guay! ¿por qué? -preguntó
-Porque cuando es el aniversario de la persona más mayor de cada pueblo tiramos flores que al flotar en el cielo desprenden un polvo de color blanco.-explicó para que lo entendiera bien.
-Entonces, ¿por qué dicen que son rocas de hielo?- preguntó extrañado Javier.
-Porque cuando llegan al cielo se vuelven muy grandes y desprenden más polvo. -le explicó.
-¡Qué guay! – exclamó – Ven, siéntate aquí, por favor.
Los dos se quedaron hablando de todas las cosas que allí había. Javier se quedó tan sorprendido y tan cansado, que se durmió. Al despertar ya no había nadie más en la habitación que su madre.
-Te has quedado durmiendo- dijo con voz dulce.
-¿Y Rojo? ¿Y mi amigo?- preguntó.
-Pero, ¿qué dices? Aquí no ha habido nadie- contestó la madre un poco extrañada.
-Entonces, ¿todo ha sido un sueño?- volvió a preguntar.
-Sí, y ahora descansa- dijo con voz cariñosa.
Y Javier se quedó mucho más tranquilo.
Rosario Ostos Carrera.
6ª A. C.E.I.P."Pedro Parias".


Estaba Javier tumbado en la camilla del hospital, medio dormido, cuando de repente escuchó que se abría la puerta, vio que era un hombre con barba y con el pelo canoso y daba miedo.
-Hola, Javier- le dijo.
- ¿Qui... quién e.. eres?- le dijo muerto de miedo
- Soy Charlie, un arqueólogo- le respondió- Ví que te estabas cayendo en la grieta que estaba yo investigando y te salve la vida.
- ¿E... en serio?- le pregunto Javier con voz temblorosa.
- Sí, te he traído un pequeño regalo. Toma, aquí tienes- dijo dándole una cajita roja.
- ¡Oh gra... gracias!- le respondió Javier.
Al decir aquellas palabras, Charlie se marchó. Javier abrió la cajita con mucho cuidado: dentro habia una piedrecilla y una carta. Abrió la carta y ponía:

Querido Javier:
Ya sé que no te conozco bien, pero tus amigos me dijeron que te gusta mucho las cosas relacionadas con la luna y el espacio. En realidad, soy un astronauta que estoy investigando la luna y quiero darte esta piedrecilla que he cogido de la luna para ti. No le enseñes esta carta a nadie, porque como la prensa se entere de que soy astronauta, me perseguirían.
P.D.: Este trocito de la luna te lo doy para que no pierdas la ilusión de viajar a ella algún día. Serás un buen astronauta. Ya lo verás.
Cuídate. Charlie.

Alba Peláez López.  
6ºB C.E.I.P. "Pedro Parias".


Al día siguiente el hombre que le daba miedo a Javier fue a su casa a visitarlo. Iba con una bata blanca y con una aguja y él se creía que le iba a hacer algo.

Era el médico nuevo que venía a ponerle la inyección de la meningitis C y entonces Javier le contó toda su historia.

El médico se quedó alucinado al saber que a Javier le daba miedo, porque se creía que era un extraterrestre y la madre de Javier y el médico se hartaron de reír y al final dijeron los dos:
- ¡Ay estos chicos. Mira que su imaginación no tiene límites!

María Serrano García 
6ºB C.E.I.P. "Pedro Parias". 

Peñaflor, 22 de Febrero de 2012

Piel de camaleón
Aquel mediodía hacía muy bueno y aunque, por lo general, a esa hora y con el sol de finales de mayo, siempre había mucho trasiego de hombres, trastos y animales, cuando salieron de clase, no se movía ni un alma. A Nico le entraron las prisas:
–Yo me voy corriendo que ya están todos allí –y apretó la zancada hacia la carpa.
Nico tenía quince años y era de madre y padre trapecistas. Formaban los mundialmente conocidos, señoras y señores, Ángeles del Trapecio.
En la pista central, Mister Carl, el director, pasaba el brazo por encima del hombro de un anciano caballero. Nico se colocó detrás del grupo de montadores, y escuchó con atención. A su alrededor, los integrantes de aquel mundo construido para crear fantasía escuchaban en silencio las palabras del jefe.
–... quiero presentaros a un nuevo integrante de nuestra troupe, el único mago que en vez de desaparecer, aparece... Tal y como lo oís: ahora no está. Ahora está. El Gran Naurim. Y sin más, paso la palabra a nuestro nuevo invitado.
Naurim se llevó el micro a la boca. Su voz sonó profunda y rota, pero su acento extranjero y un cierto tono poético la hacían muy atrayente.
–Michas grasias.
Las semanas que siguieron al estreno de Naurim estuvieron llenas de emociones y sorpresas. Casi todas las noches, después de la actuación, cenaban juntos en la roulotte y ambos hablaban de experiencias e inquietudes. Así, Nico se decidió a hacerle una pregunta.
–Naurim, cuando dejes de hacer tus trucos, ¿habrá alguien capaz de hacerlos?
–Eres la única persona qui conozco y tindré que confiar en ti. ¿Estás dispuesto a mantener un secreto?
–Claro –se apresuró a contestar el chico.
–Ahora tindré que darte una pequeña lección de historia. A finales del siglo XIV, il imperio otomano, los antepasados de los turcos, estaba in plena expansión, y los sultanes del imperio gustaban de rodearse de todo aquello que istuviese en relación con la sabiduría. Uno di aquellos científicos, Al-Tahim, era un estudioso de las propiedades de la luz. De hecho, era discípulo de Al-Hazem, a quien si considera el fundadora de la óptica y autor de los primeros estudios sobre objetos, como la lupa, los micanismos del ojo y, por supuesto, los cristales. Al-Tahim también fue el precursor de uno de los objetos más importantes que haya inventado la humanidad: las gafas. Pero Al-Tahim, adimás, tenía una ispecial curiosidad por los camaleones.
Se sabe que lligó a reunir más de tres mil ejemplares, ¿mi sigues?
–Te sigo.
–OK. A la muerte de Al-Tahim, su legado se archivó en la Biblioteca  del Sultán, donde cayó en el olvido. Sin embargo, a mediados del siglo xv, un tal general Mansur, tuvo noticias de los estudios de Al-Tahim acirca de la composición de la luz y de cómo ella si comporta sobre la piel de los camaleones. Y tuvo una idea. Tal vez los ópticos de la corte podrían sir capaces de crear un tejido que, gracias a su capacidad de virar de color con la luz, hiciese minos visibles a sus hombres. En una palabra: camuflaje. Mansur se intusiasmó con la idea, nombró a un iquipo de alquimistas y los instaló en un palacio para que trabajasen en ello...
Nico trataba de archivar aquella avalancha de datos mientras seguía escuchando.
–Sin embargo, a la muerte de Mansur, aquel grupo de investigadores cayó en el olvido. Pero no por illo diejaron de trabajar, bien al contrario, aquello lis benefició pues, como ya nadie si acordaba de su existencia, pudieron disfrutar de total libertad para proseguir con sus experimentos con la luz, los colores y los camaleones. Y así, a finales del siglo xv, los cinco últimos supervivientes de un iequipo original formado por treinta personas fundaron la Orden del Camaleón.
– ¡Qué demasiado! –dijo Nico imaginándose todo aquello.
– Generaciones más tarde, en el año 1750, el Gran Jerarca de la Orden, Ratsman, dejó constancia en sus iscritos de que habían logrado fabricare un tejido similar a la piel del camaleón, un tejido capache de atrapar las partículas de luz en cientos de millones de bastoncitos ultriasensibles, procesarlas y transformarlas hasta conseguir los mismos tonos que su entorno. Disde entonces, la persona que si ocupaba de proteger ese objeto fue conocido entre los iniciados como el Portador de la Piel... ¿Ti puedes imaginar ahora el poder de un objeto que te convierte en un ser casi invisible? Ratsman y sus allegados fueron conscientes de ello y dicidieron que, en vez de hacer público su descubrimiento, lo mantindrían en secreto.
Naurim bebió un trago de agua mirando fijamente a los ojos de Nico, quien sentado enfrente pensaba más allá de lo que estaba escuchando. Y es que una pregunta vital rondaba por su cabeza.
–Y esa piel, ¿todavía existe?
–Claro –contestó Naurim–. Is esta.
NACHO DOCAVO ALBERTI
Camaleón. Ediciones SM


Piel de Camaleón (Continuación)

Nico se sintió muy satisfecho de que el Gran Naurim confiara en él y sobre todo que le prestase la piel de camaleón aunque solo fuese por un día. Estaba muy contento. Nico no sabía lo que hacer. Tenía en mente tantas cosas..... 
Como era sábado podía hacer lo que él quisiera. Él tenía muchísimas ganas de ir al cine, pero con su poco dinero, no tenía para tanto. Entonces, se le ocurrió una idea. Cogió la piel y salió de su casa. Cuando llegó al cine, antes de entrar, se puso la piel y entró. Cogió unas palomitas y entró en la sala donde ponían su película favorita y comió palomitas. 
Después, se fue a dar un paseo porque no sabía lo que hacer. Se sentó en un banco muy cerca del parque donde había un auténtico barullo de niños jugando y corriendo y allí en un banco, sentados, estaban sus amigos. Él quiso ir pero recordó que tenía que cuidar la piel. Pensó que por un momento no pasaría nada. Y se fue con sus amigos. Puso la piel en el respaldo del banco y, sin que Nico se diera cuenta, se cayó al suelo y se manchó mucho. 
Al llegar a su casa, se dio cuenta e intentó quitar la mancha pero no se quitaba. Esa noche pensaba qué decirle. si poner una excusa o decirle la verdad.
 Por la mañana al llegar a la carpa se encontró al Gran Naurim. Nico se puso muy nervioso y le intentó explicar lo mejor que pudo y para que no se enfadara mucho. Al terminar el Gran Naurim dijo:
− No “ti” preocupes, esa piel “ira” falsa. Yo tenía la “verdadiera” piel te “istaba” vigilando para “vir” que hacías con “illa”.
− Menos mal, estaba muy asustado − dijo aliviado.
− Toma “ista” es la verdadera cuando no la “neciesite” te la “diejaré” todas las veces “qui” quieras.
− Vale. Muchas gracias − dijo sorprendido.
Y los comenzaron a ensayar las actuaciones para el día siguiente.
 Rosario Ostos Carrera.
6º A. C.E.I.P. "Pedro Parias".



El gran Naurín, tomó la piel entre sus manos y le dijo a Nico:
-Te dejaré la capa por un día, por tu lealtad y por haber guardado este secreto.
-¡Qué bien!- exclamó.
-Pero te advierto una cosa- le dijo con voz tenebrosa- si en 24 horas no me la devuelves, la capa se vengará de tí, por tenerla sin ser su dueño.
-¿Y qué me puede pasar?- preguntó intrigado.
-¡Desaparecerías con la capa!, y al ser invisible nadie te verá y tampoco podrás hablar ni moverte.
-Vale pero, ese hechizo, ¿se puede deshacer?
Si, pero no sé como, porque ese truco nunca nos lo dijo. Está escrito, pero nadie sabe dónde.
Y Nico se marchó.
Cuando se fue, le gastó bromas a todo el mundo. Al día siguiente, ya solo le faltaban 3 horas y las aprovechó haciendo más bromas. Y cuando solo le quedaba 1 hora fue a ver al mago, para devolverle la capa. Tardó 55 minutos en llegar pero no estaba allí. Entonces en los 5 minutos que le quedaban siguió haciendo bromas. Cuando solo le faltaban 10 segundos lo vió de lejos, pero cuando iba corriendo para dársela, la capa lo castigó por haberla usado mal y se enredó en sus pies, provocando así que cayera. Y cuando llegaron las 24 horas y 1 segundo desapareció.
Naurín estaba muy preocupado y estuvo 2 años buscando el hechizo para sacarlo de la capa.
Un dia, iba a desayunar, cuando tropezó con la capa en la que el niño estaba oculto y vió que en el suelo habia una cajita dorada. Tenía una llave en el cuello porque se la dieron con la capa. Así que la abrió y dentro había un papel que decía:
" Si has encontrado esta carta es porque alguien ha abusado de la capa y la ha utilizado para hacer bromas .
En realidad, el hechizo no era que desaparecería el que hubiese estado más de 24 horas, sino que desaparecería el que hubiese estado con ella más de 24 horas HACIENDO BROMAS, sin hacer nada bueno.
El hechizo se romperá si otra persona está con esa capa más de 24 horas haciendo cosas buenas ".
Entonces Naurín fué a buscar al mejor amigo de Nico: Mayarik, quien estuvo esas 24 horas (aunque al principio no se lo creía, pero por su amigo haría lo que hiciera falta. El hechizo desapareció y los 2 amigos se abrazaron. Nico había aprendido una valiosa lección:
UTILIZA LAS COSAS Y LAS VIRTUDES QUE POSEAS PARA HACER COSAS BUENAS. FIN.

Alba Peláez López

6ºB "Pedro Parias"

Peñaflor, 30 de Marzo de 2012

Con la cabeza a pájaros

– ¡Vamos a divertirnos! –canturreaba Julia.
– ¡Vamos con el abuelo! –gritaba Trompo.
Los dos hermanos dieron la vuelta a la esquina a toda velocidad. Julia llamó al timbre.
– Pasad, pasad, vuestro abuelo está en el salón.
– Hola, hola –saludó Julia–. Les he estado contando cosas tuyas a Mari Paz y Valentín y ¿sabes lo que me han dicho? Que tienes mucha imaginación.
Trompo le preguntó:
– Oye, ¿y cuando tenías nuestra edad, ya eras así? ¿O solo desde que eres abuelo?
Él rio con ganas. Pero luego se quedó pensativo y contestó:
– Desde que solté a Marco Polo.
El abuelo parecía sumergido en sus recuerdos. Los dos niños aguardaban impacientes. Seguro que les iba a contar algo. ¿Quién sería ese Marco Polo?
El anciano sacudió la cabeza, como despertando de un ensueño, y empezó a narrarles aquella historia.
Yo era entonces un estudiante la mar de gris.
Aquella buhardilla del barrio antiguo era sosa y tristona. ¿Cómo podría yo hacerla más alegre?, pensé.
En cuanto vi aquel pájaro, no lo dudé un instante: él alegraría mi piso, me acompañaría y sería mi amigo.
El pájaro voló a posarse en mi índice. No cambié la postura del dedo mientras caminaba por las calles y subía de tres en tres los escalones. Todo el rato lo iba mirando y sonriéndole. Lo llamé Marco Polo.
Desde aquel momento, me sentí más acompañado y más alegre.
Me dediqué a observar al pájaro. Lo miraba a todas horas. Y así me di cuenta de que durante la tarde cantaba; pero a lo largo de la mañana siempre estaba triste.
Días después comenzó a sentirse inquieto. Piaba con impaciencia. Y me miraba como pidiéndome algo. Marco Polo me estaba pidiendo la libertad.
Aquella noche no pude dormir. En cuanto amaneció, salí al balcón. Sentía un peso dentro del pecho. Marco Polo se asomó, me miró, pareció dudar un momento y echó a volar. Describió unos círculos sobre la buhardilla, pio una despedida y se alejó como una flecha.
Entonces no podía imaginarme el regalo que me iba a hacer a cambio.
No noté los primeros síntomas hasta que pasaron unas semanas.
Aquella mañana me desperté y me quedé remoloneando en la cama. ¿Dónde estará? ¿Sobre qué tierras, qué mares estará volando?, me preguntaba. Me alegraba por él. Lo recordaba ya serenamente, sonriendo al imaginarlo volando, libre, feliz. Me sentía tan libre como él.
Era una sensación mágica. Me dejé llevar.
¡Y entonces vi Samarkanda!
¡Siempre había soñado con ver Samarkanda! Era uno de los nombres de ciudades que más magia encerraba para mí. ¡Y yo la estaba viendo con mis propios ojos!
Volé sobre ella y vi alzarse el sol, que hacía relucir las cúpulas doradas y violetas. Me sentí volar majestuosamente, en círculos, sobre el despertar de las calles. No lo veía como en el cine, sino que yo estaba allí. Volaba sobre todo aquello y sentía la luz, la brisa, la belleza... Yo lo veía todo a través de los ojos de Marco Polo. A vista de pájaro.
Él volaba por el mundo y yo, cerrando los ojos, podía ver a través de las pupilas de aquel pajarillo misterioso al que había regalado la libertad.
Y, a lo largo de los días, yo cerraba los ojos y veía barcos, montes y ciudades, mares y rascacielos... Vi picos nevados, lagunas, catedrales, selvas, y muchedumbres bulliciosas que llenaban callejuelas y zocos... Y ciudades, murallas, ríos e islas, nubes vistas desde arriba...
Mi día se dividió, desde entonces, en muchas horas grises y unos momentos luminosos. Unos momentos en los que tenía la cabeza... ¡a pájaros!
El abuelo acabó su historia.
Atardecía y no habían encendido la luz. El abuelo, en su sillón de mimbre, estaba como adormilado. Trompo iba a lanzarse a preguntarle cosas, pero su hermana le hizo un gesto de silencio con el dedo. Le cogió de la mano y tiró de él.
Salieron sin hacer ruido. Corría una brisilla agradable. Trompo abrió los brazos como si fuesen alas y echó a correr por las aceras.
– ¡Soy el pájaro Marco Polo! –gritaba.
Su hermana corría tras él. Cuando subían al galope las escaleras, Trompo le propuso:
– ¿Quieres que probemos a ver si nosotros también vemos Samarkanda?
Y, desde aquel día, de cuando en cuando, Trompo y Julia se metían en su cuarto.
Y allí, en la penumbra, cerraban los ojos y echaban a volar por todo el mundo.
¡Tenían la cabeza a pájaros!
JOSÉ ANTONIO DEL CAÑIZO
Con la cabeza a pájaros. Ediciones SM


Con la cabeza a pájaros (continuación)

Trompo y Julia estaban muy ilusionados desde que su abuelo les contó la historia de Marco Polo. Hasta que un día llegó y entró en la habitación y se posó encima de los libros que había en la mesa.
-¡Mira, mira! – exclamó Julia.
-Es Marco Polo – dijo contento su hermano.
¿Podremos “volar” ? - preguntó Julia.
-No sé, a lo mejor hay que meterlo en una jaula – propuso Trompo.
Al cabo de los días, Marco Polo quería salir, pero antes Julia y Trompo le dieron un poco de pan y le dijeron:
-Por favor, vuela a Samarkanda. Queremos verla al igual que nuestro abuelo.
A continuación, lo soltaron y éste extendió sus alas y echó a volar, pero antes se volvió para ver a los dos hermanos.
Todas las tardes Julia y Trompo cerraban los ojos y se tumbaban en sus camas que tenían una colcha de Campanilla y Peter Pan respectivamente.
Al final, una tarde volvieron a cerrar los ojos y pudieron ver Samarkanda esa ciudad que tanto deseaban ver.
Les pareció preciosa; con edificios de piedra, calles de arena, niños jugando al fútbol, puestos de frutas o legumbres, etcétera.
Al acabar, tanto Julia como Trompo estaban encantados con su viaje. Al día siguiente, los dos le contaron a sus amigos y por supuesto a su abuelo lo que habían visto. Sus amigos se quedaron asombrados y su abuelo se alegró mucho por ellos y les preguntó:
-¿Cómo era?
- Como tú nos dijiste con un sol resplandeciente y mucha brisa – explicaron.
-Pues, cuando seáis mayores podréis contárselo a vuestros nietos – dijo el abuelo.
-Ahora por favor cuentanos otra historia – suplicaron los niños.
Y este se dispuso a contarles otra de sus bonitas y graciosas historias.
Rosario Ostos Carrera.
6º A. C.E.I.P. "Pedro Parias"